Hay un tópico que dice que en muchas ocasiones la realidad supera a la ficción, y como tópico lo asumimos como un cliché, que realmente no ocurre. La historia de nuestra familia y de nuestra empresa encaja en todos sus matices en una historia de amor casi de película.

Nuestra bisabuela Ramona, se enamoró del que luego sería su esposo, Ramón. Este gravemente enfermo, tenía una esperanza de vida reducida, ya que estamos hablando de finales del siglo XIX, época en que la medicina estaba poco avanzada y ofrecía exiguos resultados en los pacientes que padecían dolencias, que ahora sería fácilmente tratables, pero que en aquel momento ofrecían una reducida esperanza de vida.

A pesar de ello nuestra bisabuela acabó casándose con Ramón, fruto de el amor que sentía por el. La familia de este, empresarios de la época, de un nivel económico notable. En agradecimiento, a nuestra bisabuela, adquirió una concesión de fruta que puso a nombre de ella para que dispusiera de un sustento personal y para la nueva familia que se creaba.

La concesión se adquirió en el incipiente y nuevo Mercat de Sant Antoni, allá por el 1882, construido en el antiguo Baluarte de San Antonio del que la rehabilitación que ha tenido lugar, durante varios años con su inauguración en el 2018, y como resultado de las excavaciones hubo que realizar trabajos arqueológicos para la preservación de los restos del dicho baluarte, y que junto a su muralla se realizaron los hallazgos, de una vía romana que iba desde Roma hasta Cádiz, y los mausoleos de familias romanas de Barcino, lechos funerarios, y una escultura romana de la cabeza de un adolescente.